La energía de nuestro organismo para llevar a cabo la vida en general, se extrae de los alimentos gracias al metabolismo. El famoso metabolismo, ese que tanto se comenta. Metabolizar significa reducir a moléculas de energía útil cualquier alimento. Esto es: si comemos una fruta, al producirse la digestión con sus jugos en el estómago que logran destrozar literalmente el alimento hasta dejarlo como una papilla, las paredes del intestino son capaces de extraer los nutrientes para su inmediata utilización.
Esto es muy sencillo, seguramente ya lo sabíais, pero ¿qué pasa con las grasas? Comentario típico de un paciente pecador que ha hecho fatal la dieta y que justifica sus actos:
–No lo hice tal cual me lo pones en la hoja, pero no comí grasas-
Ay! Menos mal!. Como si el cuerpo colocara lo que le llega como si fuera un armario. Estos días, no metí grasas (que usted sepa) en el armario. Pues no funciona así.
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La energía procede de la glucosa que alimenta nuestras células.
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La glucosa es el elemento resultante del metabolismo de las grasas, las proteínas o los hidratos de carbono.
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El cuerpo negocia la glucosa que sí va a utilizar, y la que no, la trasforma en grasa y la guarda. Por eso, una ración triple de cerezas, con la cantidad de azúcares que contienen, nos da para merendar ese día y guardar las sobras de glucosa en forma de grasa para pasar el crudo invierno.
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La grasa se metaboliza por un proceso especial llamado beta-oxidación, que también produce como resultado la glucosa.
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Si os fijáis, cuando estamos muy cansados o de bajón energético, el organismo pide algo dulce tipo, chocolate, caramelo, etc. Glucosa inmediata que llega a nuestra sangre para que el cuerpo, comodón, no tenga que metabolizar las reservas y siga acumulando sus tesoros. A veces, nos pide cacahuetes, patatitas, alimentos que no son obviamente dulces por su sabor, pero que funcionan como tal. Son hidratos de carbono, el camino más rápido hacia la glucosa. Por eso, cuando nos quedamos muy tranquilos diciendo, “Cuando me da el hambre, yo soy más de salao”, también hemos caído en la trampa del reclamo de hidratos de carbono.
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El cuerpo humano es muy ahorrador. Siempre busca el camino más sencillo para obtener la energía.
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Lo más cercano a la glucosa son los dulces (hidratos de carbono simples), después los hidratos de carbono complejos, que se convierten en glucosa por un proceso bastante sencillo.
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Luego vienen las grasas, que su manera de llegar a ser energía tiene una complejidad superior.
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Y por último las proteínas, que el cuerpo las defiende a capa y espada para no perderlas, ya que forman parte de las estructuras vitales.
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Casi todos los alimentos tienen una composición mixta. Digamos que poseen una parte de los tres principios inmediatos. Hidratos de carbono, proteínas y grasas. Cada uno en mayor o menor medida. Un filete tiene más proteínas, algo de grasa según el tipo de animal y una pequeña cantidad de hidrato de carbono dentro de las fibras musculares. Sin embargo, un aguacate tiene bastante grasa, bastantes hidratos de carbono y menos proteínas.
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Son pocos los alimentos puros que pertenecen a un solo grupo de nutrientes. El aceite, grasa o el azúcar, hidratos de carbono, son de los escasos ejemplos.