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Si en la etiqueta de un alimento leemos que contiene azúcares, ya no nos parece sano, ¿verdad? Hay que saber que existen varios tipos de azúcares y debemos conocerlos. Algunos solo aportan disfrute a la dieta en forma de sabor dulce, y otros son la base de nuestra alimentación y siguen llamándose igualmente azúcares. Por cierto, os habréis fijado que siempre me refiero a dieta cuando hablo comidas o alimentos, y es que la dieta de una persona define la alimentación en general. Esa dieta puede ser adelgazante, basal para mantenerse en peso y su vida cotidiana, vegetariana, deportiva, etc. Que la palabra dieta no suene siempre a adelgazar, que no es así.
Me gustaría que aprendamos poco a poco como evitar los prejuicios que tenemos sobre algunas palabras usadas habitualmente en alimentación. La palabra “azúcares” es un buen ejemplo.
Los azúcares o hidratos de carbono son el principio inmediato que nos da la energía para que se desarrollen todas nuestras funciones vitales. Son el elemento más cercano a la molécula de energía más básica, el atp, auténtico alimento celular, la pieza más pequeña del puzzle.
Para llegar a este punto el organismo metaboliza, es decir, saca lo importante del alimento para quedarse con la parte útil y elimina el residuo que ya sabéis todos de qué forma. La parte útil, la energía en forma de glucosa, pasa a la sangre y se pasea por todos los órganos, estructuras y músculos preguntando si les hace falta alimento.
Según la estructura de cada azúcar, del más simple al más complejo, nos encontramos con la fructosa, la glucosa, la sacarosa (azúcar blanca) y podríamos terminar por el arroz, la pasta, el pan o las legumbres.
Si os fijáis bien, la diferencia más notable entre el azúcar blanca o unas lentejas es el sabor dulce. Todos son azúcares. Por eso, la pasta, el arroz o el pan también pertenecen a los “dulces” pero no saben dulce.